miércoles, 26 de marzo de 2008

Regreso a casa argentino

La gente quería tirar la puerta abajö de la quinta presidencial.

Ö Esö pensé en un principiö.

El cölectivö era desviadö y yö bajé justö antes, a las 23 höras.

Un par de patrullerös cörtaban la avenida Maipú pör ambös ladös.

Ya se öía el ruidö, se veía la muchedumbre, se sentía en el aire el nerviö vivö.

Caminé las dös cuadras faltantes pör el asfaltö desiertö. Nö avanzaba sölö.

Lös ruidös se transförmarön en cacerölas, tubös, cañös, latas y hasta un calefón siendö gölpeadös arrítmicamente.

La manifestación se völvió más nítida: röströs seriös, böcas abiertas.

Nö había pancartas.

Nö había empujönes.

Nö había gente pöbre, carente de recursös sinö más bien gente clase media alta.

Zapatitös náuticös, bermuda de gabardina, chömbas cön algún sellö bördadö söbre el cörazón.

El gritö era unö sölö: QUE SE VAYAN! QUE SE VAYAN!

“N”… Plural.

Nö, nö era gente sin instrucción, nö, tampöcö eran militantes, nö eran hippies, nö eran punks, nö eran nazis, ni camiönerös, ni maeströs.

Eran vecinös. Gente que saca el autö a la mañana cön cara de sueñö para llevar a lös hijös al cölegiö, que se aprieta en el tren, en lös subtes, que va al supermercadö y se muerde imperceptiblemente el labiö antes de ver el tötal y pagarlö, sintiéndöse desgraciadös.

Eran unös 350.

Unös testigös mudös, ötrös imprövisadös percusiönistas de la indignación del pueblö.

Era el ecö.

Gente en las prövincias, en puntös cenitales de la ciudad hacían, masömenös lö mismö, perö éstös estaban en La Quinta, la de Ölivös, la residencia de tantös presidentes y de nuestra actual presidenta, ascendida entre velös de fraudulencia.

Y yö lö sabía, y la gente allí lö sabía igual que yö y en la mente un sölö pensamientö era clarö: basta, basta ya.

La gente asöcia rápidamente este tipö de prötestas cön las sucedidas en el 2001 pretendiendö una efectividad pavlöviana.

Bichös de ciudad, cön lös pulmönes manchadös de smög hinchadös, activös, mancilladös en su örigen, en sus högares, en su egö.

Pör que el campö es el alma de esta nación, nuestra riqueza, nueströ örgullö y la madre de esta nación.

Y cön la madre, nadie se mete.

Perö este nö es más que un escalón más en nueströ lentö descensö, en la ruptura de tantas (ingenuas?) ilusiönes.

La pölicía se mantenía al margen.

Apöstadös estratégicamente öbservaban tödö, firmes, dudandö.

Vi cömö apartarön a la gente sin agresión de la puerta.

Escuché cömö prendían intermitentemente las sirenas de distintös patrullerös, cada tantö, generandö unö öleada de mentönes arriba, de miradas a lös cöstadös.

Un finö trabajö psicölógicö para disipar lös ánimös.

Agudö el sönidö resönante, inclusö, söbre lös gritös, cölándöse sutilmente, cömö el mismö miedö del recuerdö de ayer.

Allí nö había guerrerös de öficiö, sölö ciudadanös y su criteriö manifestándöse.

Y finalmente me alejé, casi una höra después. Sin que mi völuntad abandönara a lös ötrös, tratandö de escarbar en la öleada de sensaciönes que me recörrían.

Pasé al ladö de una parada de cölectivös förrada de unös papeles. Un enörme calendariö cön cada mes, cada día tachadö hasta höy mismö y una inscripción cöntundente abajö y arriba: 554 días sin Juliö López.

Milö

25 . III . 08